La hiperqueratosis es, en primer lugar, un fenómeno fisiológico adaptativo que pretende, mediante la producción acelerada de células queratinizadas, reforzar la resistencia de la epidermis. Caminar descalzo o realizar un trabajo manual intenso genera un «reflejo»: un engrosamiento de las plantas de los pies y las palmas de las manos. Este fenómeno tiene un efecto protector beneficioso, pero crea molestias en la superficie de la piel, que se vuelve áspera, rugosa y propensa a agrietarse.
Si el estrés físico está localizado (roces repetidos, presión permanente sobre una zona muy concreta), la hiperqueratosis adquiere el aspecto de un callo. El ejemplo más común es el callo plantar, causado por una gran tensión en una pequeña zona de la piel, que provoca un fenómeno doloroso similar al que se produce cuando un cuerpo extraño entra en contacto con el pie.
De todas las afecciones dermatológicas, la psoriasis es la que provoca casi constantemente la aparición de zonas hiperqueratósicas. Las placas típicas de la enfermedad, normalmente rojas, están rodeadas de escamas de piel gruesas y muy densas, que crean un aspecto escamoso. Se forma una especie de coraza que provoca un perjuicio estético visible, molestias en la piel e impide que penetren los medicamentos para la psoriasis.